CUENTOS DE MOMIAS Y OTROS MACABRISMOS


Rafael Gallegos    Blog núm. 344


Durante el primer gobierno de Caldera al mudar de sitio la urna de José Antonio Páez en el Panteón Nacional, esta se abrió  y para sorpresa de los presentes, su cadáver estaba casi íntegro y las charreteras completas. ¿Milagro? Nada de eso, el prócer había sido momificado a su muerte en 1873.

Ya en 1845  el famoso Dr. Knoch, inventor de un líquido embalsamador que se inyectaba, momificó al  pensador liberal Tomás Lander. Lo colocaron sentado, como si estuviera escribiendo, en el escritorio de su casa ubicada en la esquina de La Pedrera. Así estuvo treinta y nueve años, hasta que Guzmán Blanco ordenó a sus familiares que lo inhumaran. Las malas lenguas de los caraqueños regaron – y el pueblo se reía y lo creía -  que Guzmán (masón) tenía miedo de que Lander (masón) reviviera y le quitara el poder, y que por ello se empeñó en enterrarlo. 

El Dr. Knoch vivía en El Ávila. Su casa, hoy conocida como “el castillo del Dr. Knoch” es visitada por excursionistas. En ella estaban momificados varios parientes, hasta un perro y un campesino en la puerta. Él dejó todo listo para que le inyectaran el líquido momificador a su muerte. Los cadáveres se los robaron y la fórmula del líquido, se la llevó a la tumba.  

Cuando Francisco Linares Alcántara murió, fue momificado por el mismo Dr. Knoch. Las malas lenguas de los caraqueños - otra vez- decían que lo habían envenenado con un dulce de lechosa. Y había razones, ya que Guzmán Blanco lo había dejado de Presidente Constitucional por dos años mientras se iba a vacacionar a París, y Linares muy desagradecido había aplicado la no escrita ley de la patada histórica, desmitificándolo y tumbándole las estatuas que el “Ilustre Americano” se había mandado a hacer nada menos que con el mismo escultor de la estatua del Libertador en la Plaza Bolívar. Estatuas moteadas por las lenguas caraqueñas “el saludante” (porque saludaba) ubicada entre el Congreso y la entonces universidad, y “el manganzón” (porque era grandotota) colocada en la entrada de El Calvario. Durante el entierro de Linares, sonaron tiros y toda la comitiva salió corriendo. La urna del Presidente de la República quedó  tirada en el medio de la calle. Y eso sucedió al pasar frente al sitio que donde había estado el “manganzón”. ¿Venganza?... cosas veredes.

Otro momificado fue Joaquín Crespo. Asesinado – algunos deslenguados dicen que por sus mismísimos partidarios- en La Mata Carmelera, estado Cojedes. Cabalgaba con su pomposo uniforme con capa y todo, en su caballo blanco Grajea… y se convirtió en un blanco fácil. Lo momificaron; pero mal. Cuando lo trasladaban a Caracas empezó a despachar fetidez. Luego lo “prepararon” hasta donde se pudo y fue enterrado en el Cementerio General del Sur. Su tumba se convirtió en sede de brujerías con gallinas desplumadas y otras cosas. Su padre había sido el famoso curandero del llano Ño Leandro Crespo y por cierto Joaquín Crespo como que también le metía a esos menesteres ya que nombró administrador de varios institutos de importancia a Telmo Romero, famoso brujo que influía de manera determinante en su esposa Misia Jacinta. Saqueadas las momias de Crespo y su esposa fueron encontradas en su puesto, una al lado de la otra; pero desnudos con apenas un par de  trapos cubriendo sus partes íntimas.  

Corrían los años veinte, cuando en la lejana Europa, una bruja le dijo a Román Delgado Chalbaud que iba a ser Presidente de la República. Pero nada, apenas desembarcó en la expedición del Falke, lo mataron. Curiosamente no se dice que hubo algún acierto en la bruja porque si bien Román no llegó a Miraflores, su hijo Carlos Delgado Chalbaud sí fue Presidente. O sea, la bruja casi adivina. Lo que no pudo ver ni de lejos, fue que sería un presidente asesinado. 

A Gómez también lo embalsamaron. Mal y la cara le quedó muy hinchada. Su biógrafo Francisco Carreño Delgado, quien presenció sus últimos momentos  y asistió a su entierro, narra que luego de las exequias se quedó conversando con su amigo Gabriel Bracho, guardián del Cementerio de Maracay. Que de pronto tuvieron una macabra visión de formas imprecisas que se iban aclarando y desfilaban por sobre la tumba del dictador. El desfile fantasmal lo encabezaba un militar armado de una espada y montado en un caballo. Cuenta Carreño que le pasaron por su mente – como una película-  los nombres de amigos y de víctimas de Gómez. El biógrafo pensó que vinieron a pasarle la cuenta desde ultratumba… pero que llegaron tarde. Que como en vida, el Bagre se les había adelantado en la muerte.
Ante los acontecimientos el guardián sentenció: “quizás será que ellos le estaban dando ya muerto, el perdón que él les negó en vida.”

De que vuelan… vuelan, y lo único eterno es que nada es eterno. Mucho menos los gobiernos y los gobernantes que destrozan los países. Verbigracia…

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