NUESTRA HORA MÁS OSCURA


Rafael Gallegos    Blog núm. 339

“La paz está asegurada”, dijo a los ingleses Neville Chamberlain, primer ministro de la Gran Bretaña cuando firmó el Pacto de Múnich, que autorizaba a Hitler a anexarse la región de los Sudetes de Checoslovaquia. Creía haber detenido  la expansión nazi. La posterior invasión a Polonia, que dio inició a la Segunda Guerra Mundial, lo contradijo. Chamberlain fue destituido a los pocos meses. A duras penas el viejo político Winston Churchill fue nombrado para sustituirlo. “Sólo tengo para ofrecer sangre sudor y lágrimas”, le dijo el hombre del tabaco en la boca a sus compatriotas, en su discurso inaugural como primer ministro.

Churchill recibió gigantescas presiones para negociar con Hitler. Muchos querían que ante la inminente victoria del nazi, los ingleses se rindieran sin pelear. Su trabajo fue convencer a su desmoralizado pueblo que era preferible  morir peleando, que vivir con la bandera de Alemania ondeando en el Parlamento Británico. Los convenció de la necesidad de defenderse. Cinco años después, y claro que para eso influyó el apoyo norteamericano y el error de Hitler de abrir dos frentes, la Gran  Bretaña salió triunfante.

Se había salvado Inglaterra gracias a un espectacular líder que surgió en un momento estelar, y hurgó en el corazón de su pueblo para aflorar capacidad de lucha que sacara a Inglaterra de su hora más oscura.

Este tema lo trata la película “La hora más oscura”, actualmente en cartelera.

PARALELISMO

Y el paralelismo con la hora oscurísima que vivimos los venezolanos es inevitable. Chávez, tal como Hitler lo hizo en Alemania, llegó al poder cabalgando sobre la frustración del pueblo venezolano. Y al igual que Hitler, llevaba bajo el brazo un proyecto de dominación total. Ambos, líderes indiscutibles que hacían vibrar a las masas. Ambos, destruyeron a sus países.

La “revolución”, que generó tantas esperanzas en el pueblo venezolano, ha resultado un proyecto de destrucción más allá del hambre, más allá de la hiperinflación, más allá de la diáspora, más allá de la desesperanza… más allá de más nunca, como diría el Maestro Gallegos.

Una guerra sin bombas que nos ha traído a esta hora tan oscura. El candidato del gobierno Nicolás Maduro, exhibe como bandera reconstruir lo que el mismo destruyó. Habrase visto. Cual flautista de Hamelin que ofrece a los ratones sacarlos del barranco.

Y va a “ganar” porque compite solo, con “su” árbitro, con “sus” medios y “sus” reglas. ¿Cómo es eso de que no va a aceptar condiciones para que le ganen?

Y claro, “sin” condiciones competitivas, “sin” los “retirados” Capriles, Leopoldo y Ledezma, “sin” los partidos MUD, Primero Justicia y Voluntad Popular. Y además convocados por una Asamblea Constituyente elegida por la “no votación” de los venezolanos y que casi ninguna democracia seria del mundo reconoce.

Vencerán pero … no se legitimarán.

Pero lo peor para Venezuela, no es este ventajismo tan esperado de la “revolución”. Lo peor es la diáspora opositora, ese liderazgo tan desunido en esta hora tan estelar. ¿Habrá por ahí algún Churchill?

¿CERRADA LA RUEDA… DE LA NEGOCIACIÓN?

En Santo Domingo la oposición no firmó. No podía cohonestar este simulacro electoral. Eso equivaldría, como decía Churchill, a  rendirse sin pelear.

Se entiende lo difícil de negociar con unos señores que no están dispuestos a realizar unas elecciones sin mentiras y sin tramoyas, porque saben que eso equivale a abandonar el poder. Que están claros en que si habilitan líderes y partidos, pierden. Que si respetan los lapsos, pierden. Que si despolitizan al CNE, pierden. Están contestes en que en una elecciones como deben ser, se manifestaría el gran rechazo de por los menos las tres cuartas partes de la población y… chao “revolución”.

Pero tampoco se puede decir no vamos a elecciones y mantener este desmoralizante silencio. Y hablo de la MUD y de la no MUD. Da la impresión de que nuestros estrategas políticos no tenían Plan B para el caso de no firmar acuerdo. O que simplemente no vamos a elecciones porque no podemos en esas condiciones.

¿Entonces? ¿Qué hacer? ¿Quedarnos esperando al 21 de mayo para enterarnos de la “victoria” de Maduro y sumirnos en una gigantesca depresión?

PASO

No se trata de votar o no votar. Se trata de ganar votando y de ganar no votando. Si no pueden conducir al pueblo más allá de una rendición, serán desplazados al igual que Chamberlain por un liderazgo que explique con qué se come eso de no votar. O que utilice “los poderes creadores del pueblo” para lograr hacer elecciones limpias.

Ya está bueno de ser más, tener razón y apoyos mundiales y actuar como si fuéramos menos y de paso hacernos los locos palpando  la primera  hambruna petrolera de la historia.

Pueblo venezolano solicita un Churchill con bastante tabaco… en la vejiga.  

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